Los Hermanos

La mirada sistémica nos invita a ver el importante rol que juegan los hermanos en nuestras historias. A veces pensamos que caminamos por la vida solos y que este caminar nos es propio e inicia con nuestro nacimiento, cargando sólo con nuestra herencia genética y nuestra propia biografía. Sin embargo, olvidamos que al nacer nos integramos a un sistema familiar que tiene una larga historia que es compartida por todos los miembros que forman parte de ese sistema familiar. De este modo, comparten esta Alma Familiar, en línea ascendente, los padres, hermanos de los padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc., y en línea colateral los hermanos y primos, entre otros.

Lo primero que hay que considerar es que todos los hermanos pertenecen al respectivo sistema familiar. Esto significa integrar a los hermanos vivos y también a los hermanos muertos, incluso aquellos que murieron antes de nacer, ya sea por una pérdida o un aborto, y también debemos incluir en nuestro sistema familiar a nuestros hermanos y hermanas de otras relaciones de nuestros padres, incluidas sus pérdidas y abortos.

Una de las leyes sistémicas de las que nos habla Bert Hellinger es la que llamamos Orden o Jerarquía, la que llevada a los hermanos significa que cada uno de ellos ocupa un lugar determinado en su sistema familiar dado por su fecha de nacimiento. No es lo mismo ser hermano mayor, que ser hermano número tres o ser el último de los hermanos. Cuando tomamos nuestro lugar de hermano o hermana en nuestro sistema familiar respetando nuestro orden de llegada al mismo, todo el sistema se ordena, y de esta forma, cada miembro ocupa el lugar que les corresponde y así el amor fluye, se manifiesta y cada uno puede expresar la fuerza de la vida.

Hay diversas circunstancias por las que este orden no es respetado en el sistema familiar. Por ejemplo, puede haber un hermano mayor que murió y los padres nunca lograron integrar esa muerte en su corazón, nunca más en la familia se habló de ese hermano. Años después, nace otro hijo y ese hijo se cree hermano mayor y ocupa ese lugar, sin embargo, al ocupar un lugar equivocado este niño crecerá sabiendo, a nivel del Alma, que algo falta y sentirá que algo en su vida no fluye, hasta el día en que pueda ver a su hermano excluido, reconocer que él también pertenece al sistema familiar y que incluso llegó antes que él, y así darle un lugar en su corazón. Con este profundo respeto a la historia familiar, ese hijo vuelve a ocupar el lugar que le pertenece y recupera la fuerza de la vida.

Me tocó conocer una adolescente que había sufrido de serias crisis dermatológica en los últimos 10 años de su vida.  Ella era la segunda de varios hermanos. Sus padres, por diversas razones, nunca les contaron a sus hijos que su papá, antes de casarse con su mamá, había estado casado y tenía un hijo de esa relación varios años mayor que ella. Hace unos meses su mamá, divorciada hace 10 años del padre, decidió que era tiempo que los hijos supieran esta historia y que incluyeran en su sistema familiar a este hermano hasta la fecha totalmente excluido. Como resultado de este trabajo las crisis dermatológicas cesaron por completo, presentándose pequeños síntomas cada cierto tiempo y que probablemente desaparecerán cuando logre integrar a su hermano mayor en su corazón, pero el gran movimiento de ver e incluir a su hermano en su sistema familiar reparó lo que doctores y tratamientos no habían logrado hacer exitosamente.

Existen casos, por ejemplo, en que nace un hermano con alguna discapacidad y de alguna forma sus hermanos sienten mucha culpa por ese hermano, sienten que tienen que compensar el destino difícil que ese hermano carga. Otras veces, la madre no estaba disponible para cuidar a los hijos y una hermana asume ese rol, pero los otros hermanos reaccionan negativamente frente a las órdenes y actos de autoridad de esa hermana, pues reclaman que ocupe su lugar de hermana que es el mismo que a ellos también les corresponde. En otros casos, una hermana, por ejemplo, se identifica con su madre y otro hermano se identifica con el padre, y en esos hermanos comienza a crecer una gran rivalidad, incluso algunas veces se comportan en sus relaciones de la misma forma como se comportan los padres entre ellos. Otras veces, hemos visto que cuando un hermano se muere, hay otro hermano que quiere, inconscientemente, acompañarlo en su destino trágico, pensando que de esta forma de alguna forma redime el destino de su hermano, y así contrae una grave enfermedad, arriesga su vida de deportes extremos, etc.

Cada vez que nos salimos de nuestro lugar de hermano o hermana, y dejamos de ocupar el lugar que nos corresponde en la línea de hermanos, se produce un desorden en el sistema familiar que buscará reestablecer el equilibrio perdido a través de diversas dinámicas familiares o lealtades inconscientes. Y así como debemos respetar nuestro lugar de hermano o hermana dentro de nuestro sistema, también debemos respetar lo que el otro carga y que forma parte de su destino. No podemos llevar sobre nuestros hombros los destinos de nuestros hermanos, por más duros que éstos sean. Mirar con respeto a ese hermano y respetar su destino le devuelve su dignidad y recupera la fuerza que se requiere para sobrellevar ese destino; y por otro lado, nosotros podemos también encargarnos del nuestro sin llevar el peso de la culpa. Sólo aceptando la vida que nos fue dada, tal y como es, podemos tomar nuestro destino y asumir nuestras responsabilidades.

Quizás puedes intentar el siguiente ejercicio: Puedes pensar en tus hermanos y hermanas y ver qué lugar ocupas en tu sistema, poniendo a todos tus hermanos o hermanas mayores a tu derecha y a todos tus hermanos o hermanas menores a tu izquierda, respetando las fechas de llegada al sistema familia de cada uno. No olvides incluir a tus hermanos o hermanas que no nacieron y a tus hermanos o hermanas de otras relaciones de tu padre o tu madre. Todos los hermanos ocupan la misma línea y en esa línea son todos iguales, todos pertenecen al sistema familiar. Desde ahí puedes ver y sentir en tu cuerpo cómo miras tú a tus hermanos y hermanas y cómo ellos te miran a ti y puedes decirle a cada uno de ellos: “Querido hermano (a) te veo y tienes un lugar en mi corazón”.

Paula Alessandri Prats