Tomar a la madre

Si miras tu historia, es muy probable que puedas verte en algún momento de ella diciendo frases como “si mamá hubiese estado presente”, “si mamá me hubiese visto”, “si mamá hubiese sido de tal forma”, o “si mamá no hubiese sido de tal otra”. En fin, a lo largo de nuestras vidas muchas veces hemos pensado que si nuestra Madre hubiese sido distinta ésta sería más feliz o, a lo menos, más fluida. Tal vez cargamos un listado de cosas o atributos que nos hubiese gustado que nuestra Madre hubiere hecho o que hubiese tenido, o quizás cargamos expectativas que van más allá de lo que ella nos pudo, o nos puede dar, olvidando que nuestra Madre tomó, lo mejor que pudo, la vida de sus padres y ha recorrido su propio camino, también de la mejor manera que ha podido, con sus luces y con sus sombras, y que incluso arriesgó su propia vida para darnos a nosotros nuestra vida.

Mientras estuvimos en el vientre materno abrazamos la vida y la abundancia, todo lo que necesitábamos estaba a nuestro alcance para ser tomado en cualquier momento que lo quisiéramos. Luego, con nuestro nacimiento, logramos nuestro primer gran éxito que fue imponernos a la vida, y desde ahí comienza nuestra sobrevivencia fuera del vientre materno y, junto con ello, nuestro proceso de individuación, siendo en las primeras etapas de nuestras vidas donde la Madre juega un rol importantísimo, pues es ella quien nos nutre, nos protege, nos cobija y nos calma, generándose un vínculo muy poderoso. Incluso, de la Madre y de nuestro vínculo con ella, desarrollamos nuestro proyecto de sentido, nuestro mundo emocional y el conocimiento de nosotros mismos.

El cómo nos vinculamos con nuestra Madre nos marcará en la forma cómo nos vincularemos con la vida y e incluso con nuestra profesión. Este proceso de tomar la vida que se inicia en el vientre materno y nos acompaña en nuestra existencia, nos enseña que si somos capaces de tomar a nuestra Madre, seremos capaces de caminar por la vida en abundancia y éxito. Por el contrario, si nos quedamos atrapados como niños reclamando lo que no tuvimos o lo que aún anhelamos de nuestra Madre, no podremos tomar esa fuerza que viene de ella y que nos impulsa a avanzar y, por lo tanto, sentiremos que la vida y la felicidad se nos escapan.

¿Qué significa tomar u honrar a la Madre? Significa abrazar en nuestro corazón ese vínculo indestructible que nos une con ella y que es más grande, fuerte y poderoso que la relación que podamos o no tener con ella. Significa que cuando somos adultos conscientemente le damos a nuestra Madre un lugar en nuestro corazón, tomándola tal y como fue, tal y como es, respetando su vida y sus decisiones, tomando lo que me gusta y también lo que no me gusta, lo bueno y lo malo que viene de ella, y estando infinitamente agradecidos porque gracias a ella vinimos a esta tierra. Y así, tomando la vida desde su inicio, tomando a nuestra Madre y toda la fuerza que nos viene de ella, podemos tomar nuestra Vida, y hacer de ella un camino fecundo. Tomar a la Madre significa reconocer que ella es nuestra Madre biológica, única y perfecta para nosotros, sin focalizarnos en nuestras carencias, hayan sido éstas reales o producto de nuestra propia interpretación de los hechos.

El tomar a la Madre nos da fuerza, nos empodera y nos hace protagonistas de nuestras propias vidas, además de permitirnos generar vínculos seguros en nuestras relaciones de amistad, de pareja, y en nuestro propio rol de Madre y de dadores de vida, rol que no se agota con la maternidad, sino que va más allá de ella, pues en cada proyecto que ponemos nuestra energía fluye nuestra propia maternidad, nuestra propia fuerza creadora.

También queremos invitarlos a reflexionar y ver en sus vidas aquellas veces en que desordenadamente tomamos el lugar de madre sin serlo. A veces lo hacemos comportándonos como madre de nuestra madre; otras ocupando su lugar en nuestra familia de origen; y otras, incluso, convirtiéndonos en madres de nuestras propias parejas o exigiéndoles a ellas que suplan el deber de cuidado que aún de adultos seguimos reclamando de nuestras Madres. Estos patrones de comportamiento, en la mayoría de las veces inconscientes, tarde o temprano nos traerán dificultades y conflictos.

Finalmente, recordar que cada vez que criticamos a nuestra Madre o creemos saber más que ella o nos sentimos mejor que ella, estamos tomando un lugar desordenado en nuestro sistema familiar que también nos traerá dificultades, aún cuando lo hagamos por amor, pues ella llegó primero y como tal ocupa un lugar que no nos corresponde a nosotros en nuestra calidad de hijo o hija. También recordar que cuando la criticamos a ella, también nos estamos criticando a nosotros mismos en ese 50% que hemos recibido de ella, y lo que rechazamos de nuestra Madre persistirá, cobrará fuerza y se convertirá en los patrones que probablemente repetiremos a lo largo de nuestras vidas.

Cuando aceptamos a nuestras Madres, les damos su lugar en nuestro corazón y asentimos a su ser tal y como es, y nos hacemos cargo de nuestras propias vidas con gratitud a nuestra historia, honrándola tal como fue y reconciliándonos con nuestro pasado, ello es el inicio de una vida feliz y en abundancia, entendida ésta como una vida de amor, bienestar, salud, paz y realización profesional.

“Querida mamá
te tomo a ti, toda entera
con lo bueno y con lo malo,
lo tomo al precio entero que a ti te
costó
y que a mí me cuesta
lo aprovecharé para alegría tuya,
(en tu memoria)
no habrá sido en vano.

Lo sujeto firmemente y le doy la honra,
y si puedo lo pasaré como tú lo hiciste.
te tomo como mi madre,
y te pido me tomes como tu hijo/a.

Tú eres mi verdadera mamá
y yo soy tu verdadero hijo/a
tú eres la grande y yo soy el/la
pequeño/a.

Tú das, yo tomo.

Querida mamá
me alegro que hayas elegido a papá
para tenerme
ustedes dos son únicos para mi”

Bert Hellinger

Paula Alessandri P.